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El Cristo que protegió a Sevilla en otras Epidemias

Por sevilla el 16/03/2020

Hace más de seiscientos años, el Santo Crucifijo de San Agustín movía montañas de fe y confiando en Él en procesiones de rogativas se paraban las epidemias de peste, se frenaban las riadas, se paliaban las sequías, llegaban las lluvias, las guerras eran menos cruentas y las catástrofes eran menos para Sevilla.

Era aquel Cristo gótico, con pelo natural, del convento grande de los agustinos. patrono apócrifo de la ciudad, que desde la edad media, antes de ser la Semana Santa lo que es, lo acompañó en devotas procesiones hasta el Humilladero de la Cruz del Campo, y que en el XVI, con la fuerza del fervor que despertaba, logró aglutinar una hermandad de penitencia que salió los Viernes Santo, a las tres de la tarde, en una época de esplendor que fue diluyéndose hasta que en el XVIII desapareció la corporación.

La imagen pasaría, en 1835 a la vecina parroquia de San Roque, donde se reorganizaría la cofradías, volviendo a salir en procesión solo, con la Magdalena o con la Virgen y San Juan. Sevilla lo vio en sus calles por última vez en 1926. Diez años después, el 18 de julio de 1936, sucumbió junto al Señor de las Penas y la Virgen de Gracia y Esperanza, en el incendio provocado por republicanos incontrolados que destruyó la parroquia, mientras una orquesta tocaba desde una terraza cercana. Gracias al empeño de la Hermandad, desde 1991 recuperando una tradición interrumpida en 1957, cada 2 de julio, el Ayuntamiento renueva el voto de acción de gracias al Cristo por la extinción de una epidemia de peste que asoló Sevilla en 1649.

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